domingo, 22 de mayo de 2016

leyenda el cerros Chalpón y Rajado

EL CERRO CHALPÓN Y EL CERRO RAJADO
CRUZ DE DIOS Y CRUZ DEL DIABLO

Los cerros Chalpón y Rajado, cercanos al pueblo de Motupe, fueron dos hermanos gemelos que tuvieron idéntica creación y objeto, ya que eran centinelas avanzadas del Cielo, guardianes de la Ley Divina y anunciadores del triunfo del bien. Como los hombres, nacieron y vivieron, gozaron y sufrieron y morirían también.

El cerro Chalpón, además de la difundida devoción que existe por la cruz que posee, tiene el privilegio de haber sido dedicado a Dios mientras su
hermano, el cerro Rajado, se dedicó al servicio del diablo.
Como pruebas evidentes de ello encontramos las siguientes creencias populares de la región. En la falda del cerro Chalpón, que mira hacia Motupe, existe un jagüey o manantial destinado a dar de beber a los ángeles que allí vivían. Ellos sembraron en ese sitio varias cañas de Guayaquil, para que les ofrecieran sombra y les refrescara el ambiente, privilegios de los que no gozaba el cerro Rajado, que por haberse entregado al diablo, es oscuro, tétrico y negro. 

Para su hogar y reposo, los ángeles construyeron la gruta y el jardín, la propia cueva, la cama de piedra para su descanso y colocaron una cruz, no teniendo el cerro Rajado ninguno de estos distintivos, fuera de la cruz.

El cerro Rajado lleva este nombre por ostentar una raya muy ancha, producida por un sablazo que el arcángel Gabriel pretendió darle al diablo, pero el diablo al esquivarlo, cayó sobre el cerro, produciéndola la raya que le sirve de distintivo, para que todo aquel que viviera o visitara ese cerro sufriera su maligna influencia. Los mismos ángeles encantaron el pozo que se formó por aquel sablazo, del que brota agua sucia y pestilente, y cuyo encantamiento consiste en que lo que cae en él no podrá ser hallado jamás.

Como el cerro Chalpón se había dedicado a Dios, la cruz que se colocó es objeto de adoración, devoción y fe, en prueba de triunfo de la verdad
cristiana, con el agregado de que cuando fuera encontrada por los hombres se convertiría en milagrosa intercesora entre ellos y el Cielo.

En cambio, la cruz colocada en el cerro Rajado serviría para representar la influencia del Mal, y estaba decretado que cuando fuera encontrada por los hombres, en previsión del peligro que encerraba, se convertiría en tierra. De allí se explica el porqué cuando esta cruz fue hallada, por los mismos que descubrieron la del cerro Chalpón, se convirtió en polvo en sus manos, mientras que la del cerro Chalpón aún hoy es objeto de veneración, porque es la cruz de Dios.

EL VOLCÁN DEL CHALPÓN

EL VOLCÁN DEL CHALPÓN


Cuando la Cruz de Chalpón es bajada del cerro donde fue puesta por el padre Juan Abad, hacia Motupe para la celebración de su fiesta, tanto en febrero como en agosto de cada año, un fuerte rumor se escucha en las entrañas mismas del cerro durante la ausencia de la Cruz por su permanencia en la ciudad.
El persistente rumor, como si un río interior recorriera las entrañas del cerro, se escucha con persistencia, mucho más a la hora en que termina la tarde y las sombras invaden los espacios provocando un profundo temor en los vivientes y visitantes que por esos días, a pesar que la Cruz de Chalpón no se encuentra en su habitual morada, llegan hasta el mismo santuario a cumplir con su promesa religiosa.

Algunos piensan que es un volcán de agua que corre en las entrañas del cerro y se manifiesta a través de la filtración de la roca formando el manantial de cristalinas aguas en el lugar llamado Guayaquil. Otros los atribuyen  a la cólera del cerro, que ruge porque la Cruz de Chalpón es llevado a la ciudad. Algunos aseguran que la ausencia del sagrado madero despierta la cólera del coloso Chalpón.

LA VIUDA

LA VIUDA

A la media noche la luna brillaba en todo su esplendor. En el cielo estrellado parpadeaban en lontananza millones de grandes y pequeños astros. De vez en cuando un astro errante, con su estela luminosa, cruzaba el firmamento y un lucero, como un farol prendido en la techumbre de la bóveda celeste, cercana a la Cruz del sur, no dejaba de dar su luz. A esta hora, en que la calma llena todos los rincones de los campos, quebrada de vez en cuando por el nítido grito de los rapaces nocturnos que abandonan sus nidos y, por en medio del silencio tétrico, un adelantado quiquiriquí salido de la estentórea garganta de un ajiseco somnoliento, a cualquiera en la solitaria noche se le crispa los nervios y deja sin palabras, éstas parecieran huir de la boca y un padre nuestro mental aflora de las neuronas.
Esa noche don Juan preparó su ágil caballo para retornar a casa desde Marripón. Con los silencios que asustan, con las visiones que la mente va creando, formando demonios ditiramberos salidos por el exceso de adrenalina, y fantasmas traviesos que se esconden en las sombras de los grandes árboles, a trote lento el jinete avanzaba. Sujetaba la acémila cuando en un recodo del camino, parada bajo un árbol de palo blanco, vio a una mujer vestida de negro y con un tul del mismo color  que le cubría el rostro. Al parecer esperaba quién la acompañara en su caminar desconocido. Al verla, el gentil hombre detuvo su caballo y, brindándole su amistad a la desconocida, la invitó a subir al anca del animal para llevarla a su destino. La dama, sin pronunciar palabra alguna, subió con facilidad.
Un largo mutismo acompañó a los dos cabalgantes nocturnos hasta que el caballero inició la conversación: - ¿Qué hacía a esta hora mujer tan hermosa como usted en un camino tan solitario; acaso no tenía miedo? La mujer, como si no fuera con ella, nada respondió. Intrigado, aquel caballero insistió: - señora, para mí ha sido una suerte encontrar a tan bella dama en medio la noche solitaria, enfático y galante se expresó. Pero la hermosa mujer siguió sin pronunciar una sola palabra hasta que llegaron a la casa bordeando las tres de la madrugada. A esa hora los perros comenzaron a aullar, los gallos del corral se asustaron, los pavos volaron de su dormideros y hasta la vaca mugió como si una extraña visión las hubiera aterrorizado. Un viento helado agitó las ramas y las vainas verdes y maduras del algarrobo se precipitaron a tierra como si una fuerza natural sacudiera el árbol.
El hombre bajó atemorizado del caballo, tocó la puerta de la casa con insistencia y al salir su hija, asustada, le ordenó que preparase rápido un lugar para hospedar a la dama que encontró en el camino. Cuando fue a buscarla para hacerla pasar, a un lado del caballo encontró sólo el vestido negro y el tul envolviendo un montón de huesos humanos.
Cuando volvió en sí por la ayuda que le proporcionaron los familiares, dijo: - es la viuda que tarde, por la noche, acecha los viajeros en los caminos. ¡Dios mío de la que salvé!

EL JARDÍN ENCANTADO


                                    EL JARDÍN ENCANTADO


El la cima del cerro donde se venera la Cruz de Chalpón, en el distrito de Motupe, existe un hermoso jardín. En este lugar crecen las más bellas y raras flores que brillan en conjunción extraordinaria con los rayos del sol ; rosas azules y negras que en las noches de plenitud atraen con su fragancia  a vizcachas, zorillos, mucas, zorros y venados, flores rastreras que forman alfombras multicolores donde las avecillas se posan para probar el exquisito néctar; árboles cuyas inflorescencias parecen piedras preciosas que cuelgan de las ramas y donde anidan variedad de avecillas que, al iniciarse el alba, inundan de melodías los espacios de aquel paraje. Asimismo, cuando el sol se hunde en el crepúsculo atardecer, las estrellas parecen que gozan en intermitentes parpadeos.

Este hermoso y extraño jardín es regado por un cristiano que serpenteando y murmurando ininteligibles presagios desaparece entre las rocas de granito para verter sus aguas cristalinas en el jaguey el mismo que bajo la roca inmensa del Chalpón  brota lleno de misterios. Esta agua fresca aplaca la sed de los miles de devotos que veneran la Cruz de Chalpón.

Muchas personas llegaron, según historias contadas, a venerar a la Cruz de Chalpón atraídos por la curiosidad de conocer el jardín encantado, subieron en busca de éste, iniciando el ascenso por el abrupto roquedas, primero sintieron una fragancia indescriptible de capaz de atraerlos con una fuerza tan extraña, que impulsa a las personas a continuar el camino. Una vez en el jardín, llenos de emoción profunda, sin saber que flor tocar ni olor que aspirar, poco a poco fueron olvidando el camino por donde llegaron. Enredaderas de flores azules y rojas, intentaban aprisionar a los visitantes. Más allá, los venados saltando entre los follajes, dejando brillo de sus cuernos y pezuñas. Una intensidad de  trinos, aromas y colores aturdían a los visitantes hasta dejarlos dormidos en el verde césped sin poder salir jamás de este misterioso lugar. Cuentan los fieles vecinos de Motupe que el jardín encantado es cultivado por el demonio con el fin de atraer a los fieles creyentes de la Cruz de Chalpón y llevarlos al reino de las tinieblas. 

WASHINGO

                                                        WASHINGO




Washingo, era un campesino pobre como muchos que viven en las campiñas y que están a expensas del miserable jornal que les pagan los dueños de las tierras. Washingo, que visitaba siempre la ciudad, había visto cómo vivían las personas acomodadas, y en alguna oportunidad se preguntó, lamentándose de su pobreza: ¿Por qué no tengo dinero como otros? Y siempre, encorvado, arrancando el fruto de la tierra para otros, sudorosos, apenas levantaba la cabeza ubicar para ubicar al astro redondo y colorado, de cuya posición dependía  para calcular la hora o para beber a sorbos el agua fresca del calabazo.
Trabajaba sin descanso desde que el dueño  de la luz asomaba por las cumbre agitando su cabellera dorada para lanzar las rubicundas saetas de la aurora hasta que, tenue, como moribundo cirio,  se abrazaba al crepúsculo, envolviéndose finalmente en el negro manto de la  oscura noche.
Con el trajín de todos los días, Washingo caminaba cabizbajo, tal vez parafraseando su nostalgia  en un rumor ininteligible. Llevaba su alforja sería devorado en un solo instante cuando el hambre lo apurara. Había trabajado largas horas, como de costumbre, pero  de pronto, como impedido por una fuerza desconocida, levantó la cabeza dirigiendo su mirada atraída involuntariamente hacia el cerro Sonolipe y avistó un brillo intenso que le impedía mirar con tranquilidad. Su corazón aceleró los latidos por la emoción indescriptible; más, reanimándose, avanzó para descubrir el objeto bruñido que despedía tan intenso brillo. Washingo se quedó paralizado cuando frente a él, y a unos cuantos metros, estaba una pared construida con ladrillos de oro, que resplandecían al choque lumínico de los rayos solares.
El pobre campesino, después de salir de su asombro, sacó el calabazo con agua y también el fiambre y, sin dejar de mirar la dorada pared, los arrojó entre los arbustos y se lanzó con ansiedad incontenible para coger los ladrillos. Los acariciaba de una manera extraña, nada humana, tomó dos ladrillos y con inusitada alegría los puso en su alforja y, olvidándose del trabajo y la choza, siguió el sendero más corto para llegar a la ciudad.
En el trayecto, todo un rosario de sueños pobló su humilde corazón, pero a medida que iba avanzando se le fueron evaporando, llenándose de orgullo, porque la riqueza enferma de vanidad a los incultos. Y Washingo que era tan simple, se ufanó hasta el delirio con el dorado metal. Con sus ladrillos de oro, cambiados por dinero corriente, emprendió aquel viaje de placer y despilfarro, algo que nunca en su vida hubiese podido realizar de haberse encontrado tan rara fortuna. Washingo bebió en una y en otra cantina; tomó y probó de los más caros y exquisitos licores. Se hizo servir de los mejores potajes y desde que se supo de su fortuna, tuvo mil amigos a los que daba de comer y beber. Pero nunca dejó de hablar de sus ladrillos de oro. Creyéndose el hombre más rico de la tierra, comenzó a despreciar a los suyos, y la vanidad le creció hasta el extremo de olvidarse de su choza y su raza. Caminó erguido, despreciando con la mirada a los que por delante se le ponían. Pero un día, cuando ya el dinero de la venta de los primeros ladrillos se le terminaba, ni bien el alba despuntó, llenando de trinos y esperanzas al mundo entero, Washingo echóse a andar ligero, con la alforja al hombro. Llegó al cerro Sonolipe, más su alegría y su vanidad en desesperación se trocó porque no encontró ni señas de la pared de ladrillos de oro. Desesperado arañó la tierra, gritó con todas sus fuerzas y lanzó mil imprecaciones maldiciendo su suerte.

SIMÓN MON EL DIABLO

SIMÓN MON EL DIABLO



En los tiempos en que los recaudadores perseguían a los contrabandistas de aguardiente, un pobre hombre que vivía en el caserío Palo Blanco traía el líquido animador de fiestas, negocios y pactos secretos. El “yonque de cordón” como suelen llamar a ese licor cuando es de buena calidad era destilado en los afamados trapiches de Penachí, lugar conocido por la elaboración del mejor yonque de esa zona andina.
La enorme demanda del buen yonque de Penachí, consumido en todas las fiestas de la franja andina como Colaya, Huaratara, Canchachalá, Ullurpampa, Penachí, Kerguer, Chiñiama y hasta la lejana Huallabamba y en todos aquellos poblados donde se celebra una fiesta religiosa, produjo una gran escasez del líquido animador de las más bullangueras juergas. Por esta razón, el comprador tuvo que ir en busca de tan cotizada mercancía a las alturas de Salas a la Shita y la Pescadera.
Cuando regresaba tarde de la noche, con sus odres llenos de aguardiente, perfumando a su paso los caminos solitarios, con ese olorcillo convidador y fiestero, sintió a lo lejos, en el silencio de la profunda noche, el tropel de un ágil caballo que se acercaba veloz. El humilde comerciante temeroso, pensó que se trataba del recaudador que andaba haciendo sus pesquisas. De inmediato inquirió que su mercancía sería decomisada por este empleado del gobierno que vigilaba los caminos y trapiches, para que productores y comerciantes pagaran sus impuestos.

De pronto, como salido de la negrura de la noche, frente a él estaba el apuesto y misterioso jinete, vestido de blanco, contrastando con el color de la noche y el brioso corcel que montaba. El animal bien enjatado relinchó en el silencio de la penumbra y luego el extraño personaje desmontó. El comerciante con suma humildad y temblando de miedo se le acercó y dijo: Buenas noches señor. El hombre de blanco, sin mostrar el rostro, replicó: no me llames señor, soy tu amigo; de dónde bueno y a estas horas? – Disculpe, por favor comprenda que soy un humilde padre de familia, - argumentó suplicando el vendedor de aguardiente, sin poder controlar su nerviosidad-, pero aquel extraño hombre como salido de las sombras mostrando amabilidad persuasiva, dijo : No temas, si tú quieres yo te ayudo y conmigo tendrás mucho dinero. De súbito el canto del madrugador gallo anunció el claro amanecer, aproximándose con el lejano fulgor de las estrellas. Un vientecillo frío agitó el follaje de los árboles cercanos y un largo relincho despertó a las aves y a los zorros que descansaban en sus madrigueras.  
Bueno amigo, dijo el gallardo jinete, hasta aquí ha sido la compañía. Cuando se anime a que le dé un apoyo, me busca en el cerro Tres Puntas, siempre a las doce del día, y me llama. Ceremonioso, recomendó: primero lanzarás tres silbidos bien fuertes, luego gritas con todas tus fuerzas ¡Simón Mon! Tres veces consecutivas. Dicho esto, por encanto desapareció y el misterioso canto del gallo se escuchó lejanamente.


El comerciante de aquel licor andino que vierte coraje al poblador que esconde sus complejos en el subconsciente, dio un grito aterrador desplomándose frente a la puerta de su casa. La esposa, al abrir la puerta presurosa, encontró a su marido brotándole espuma por la boca. Había visto en los solitarios parajes a Simón Mon, el diablo. 

cerro la vieja

LEYENDA DEL CERRO LA VIEJA DE MOTUPE
Nuestro Señor Jesucristo llegó al sitio descampado arenosocercano a Motupe, en donde hoy se encuentra situado elcerro llamado de la vieja.
El señor venia cansado, sudoroso fatigado y sediento yhabiendo divisado una lejana choza se encaminó hacia ella,encontrando en la puerta a un matrimonio formado por dosancianos , Jesús le dijo a la mujer "Dame un poco de aguapara calmar mi sed" , pero la vieja le repuso de mala manera:"No tengo nada que darte". Entonces el señor le pidió almarido que le vendiera una hermosa sandia, de las que seencontraban en uno de los ángulos de la posada, pero elviejo negó tenerlas. El señor dijo señalando las sandias "Yesas ¿Qué son?
"piedras“ dijeron a unísono ambos viejos.

El señor medito brevemente y pronunció su maldición, diciendo:"pues si son piedras en piedras se convertirán y ustedes también".Y súbitamente el montón de sandillas se convirtió en un montón depiedras, que son las que forman el centro mismo del cerro; la vieja
se torno en la piedra más grande, que de lejos da el aspecto de una
anciana y el viejo se volvió la piedra más pequeña, que ostenta lascaracterísticas de su edad.
Y para que se pueda producir el desencantamiento, se precisa quenuevamente el señor Jesucristo llegue a ese mismo sitio, en el
mismo estado de cansancio y de sed, que se repita nuevamente la
escena primitiva y que los viejos ofrezcan al viajero el agua de lacaridad, que borre su falta.
El cerro de la vieja llamado también cerro de Errepón se encuentra
situado al suroeste de Motupe, a cosa de 8 km de este pueblo.es un
cerro aislado, solo,único en la pampa, hacia la margen izquierda delrío de Motupe. La pampa es árida, escueta,sin más vegetación en laépoca de lluvia que algunos arboles de zapote y unos cuantosarbustos de bichayo.